La primavera de las promesas

Se acerca la primavera, esa estación de las promesas. El sol calienta, el aire se llena de polen y el mundo entero parece forzado a sonreír. Es el mismo guion de siempre: los pájaros cantan y las canciones de amor invaden las radios. Para algunos, es la temporada del "todo florece". Para nosotros, es la época del "todo apesta".

El ambiente tiene el mismo hedor a hipocresía que se siente cuando se acercan las elecciones. Los candidatos, como brotes nuevos, aparecen de la nada, con sus hojas frescas y sus sonrisas de colores pastel. Prometen frutos que nunca sembraron y se visten de una belleza que nadie les cree.

De pronto, los vemos florecer en cada esquina, con un discurso dulzón que busca el voto fácil, ese polen que contamina el aire y nos hace estornudar de cinismo. Hablan de un futuro verde y de una sociedad perfecta, mientras sus raíces están podridas por la corrupción y la doble moral.

Pero nosotros ya conocemos el ciclo. Sabemos que esos brotes nuevos son solo una fantasía estacional. En cuanto el calor del poder los toca, se marchitan y mueren, dejando el desierto del otoño y el crudo invierno de la desilusión. Entonces, el sol se apaga, las promesas se desvanecen y la única verdad que queda es el frío de la traición.

Así que, mientras el mundo celebra la llegada de la primavera, nosotros seguimos esperando. Porque sabemos que los verdaderos cambios no florecen en una estación. Nacen de la tierra dura, en medio del fango. Y esos no necesitan flores para ser reales. Y ya ves el mundo gira y gira al revés…