Tras el swap de USD 20.000 millones con Estados Unidos, Kristalina Georgieva pidió “continuar con las reformas”
24/09/2025 22:33 — NacionalLa reunión entre Javier Milei y la directora gerente del Fondo Monetario Internacional, Kristalina Georgieva, en Nueva York, fue presentada como “excelente”. El encuentro giró en torno al swap de USD 20.000 millones concedido por la administración Trump, un alivio inmediato para cumplir los vencimientos de deuda privada de 2026 y reforzar las reservas del Banco Central.
Georgieva, escoltada por su equipo técnico y con el apoyo explícito de Washington, elogió los avances del gobierno argentino en disciplina fiscal y control de la emisión. Sin embargo, volvió a insistir en un mensaje que repite desde hace meses: las reformas deben continuar. Para el Fondo, sólo con ajustes estructurales —privatizaciones, desregulación laboral y achicamiento del Estado— se podrán consolidar los indicadores económicos.
El guiño político de Donald Trump resulta determinante. Estados Unidos, que controla el directorio del FMI, asegura así el blindaje financiero de Milei. El contraste con la etapa de Alberto Fernández es evidente: mientras aquel debía recurrir a China y al BID para evitar un default, ahora la Casa Blanca pone a disposición una línea de apoyo directo.
No obstante, el trasfondo deja abiertas varias incógnitas. El swap aporta dólares y oxígeno a corto plazo, pero también profundiza la dependencia de Argentina de la agenda geopolítica de Washington y del FMI. La insistencia de Georgieva en que la inflación baje, la pobreza retroceda y la economía crezca descansa en un camino de reformas que, en los hechos, implican ajustes que golpean a amplios sectores sociales.
El gobierno celebra el alivio inmediato, pero la sociedad se pregunta: ¿es este el inicio de un despegue económico o apenas una tregua condicionada por un endeudamiento que compromete el futuro?
En el Hotel Langham, Georgieva y Milei sonrieron para las cámaras. Afuera, la realidad argentina sigue marcada por salarios deteriorados, conflictividad social y un horizonte en el que las decisiones económicas de la Casa Blanca y del FMI pesan más que la voz de los propios ciudadanos.