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El presidente estadounidense Donald Trump ordenó el despliegue del USS Gerald R. Ford, el portaaviones más grande y poderoso del mundo, en aguas del Caribe, con el objetivo de reforzar las operaciones del Comando Sur contra el narcotráfico regional y aumentar la presión sobre el régimen de Nicolás Maduro.
El buque nuclear, acompañado por los destructores USS Bainbridge, USS Mahan y USS Winston S. Churchill, ingresó oficialmente en la zona de operaciones del SouthCom, que abarca el Caribe, el Atlántico y parte del Pacífico. Según el Pentágono, esta fuerza “aumentará la capacidad de interrumpir el tráfico de narcóticos y desmantelar organizaciones criminales transnacionales”.
La decisión se enmarca en una ofensiva de máxima presión contra el denominado Cártel de los Soles, red de narcotráfico que Washington vincula directamente con altos mandos del chavismo. El gobierno norteamericano acusa a Maduro de liderar esa estructura criminal y ofrece 50 millones de dólares por información que conduzca a su captura.
El USS Gerald R. Ford es una verdadera fortaleza flotante: cuenta con más de 5.000 tripulantes, propulsión nuclear, y la capacidad de desplegar más de 75 aeronaves, entre ellas los cazas F/A-18 Super Hornet y los aviones de alerta temprana E-2 Hawkeye. El Pentágono lo describe como “la plataforma de combate más capaz, adaptable y letal del mundo”.
Con su llegada, ya son más de una docena de buques de guerra estadounidenses los que patrullan el Caribe, en un despliegue sin precedentes desde la Guerra del Golfo. En respuesta, Maduro ordenó maniobras militares masivas bajo el nombre Plan Independencia 200, movilizando tropas de tierra, mar y aire en lo que Caracas calificó como la “defensa ante una agresión imperial”.
En los últimos meses, la administración Trump intensificó los ataques selectivos contra embarcaciones utilizadas por el narcotráfico, causando decenas de bajas entre los tripulantes. Fuentes del Pentágono señalan que el nuevo operativo podría extenderse incluso a objetivos terrestres vinculados al narcotráfico venezolano, como pistas clandestinas y puertos utilizados para la exportación ilegal de drogas.
Analistas internacionales interpretan el despliegue como una advertencia directa al régimen chavista. Más allá de combatir el tráfico de drogas hacia Estados Unidos, la maniobra busca consolidar el liderazgo estadounidense en la región y forzar la salida de Maduro del poder sin recurrir a una invasión abierta.
Mientras desde Caracas se denuncia una “invasión imperial”, el poder naval norteamericano se impone en el Caribe como una contundente demostración de fuerza y capacidad operativa. El mensaje de Washington es inequívoco: el narcotráfico patrocinado por regímenes dictatoriales no será tolerado en el hemisferio occidental.
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