Jóvenes entre 12 y 27 años, nativos digitales y activistas en redes, protagonizan nuevas formas de participación social y política en la región. Sus banderas: clima, empleo digno y libertades individuales.
26/09/2025 10:56 — InternacionalEn las calles de Perú, Bangladés o Nepal aparecen pancartas, celulares y banderas de animé. Los protagonistas son los jóvenes de la Generación Z: nacidos entre finales de los años 90 y comienzos de la década de 2010, tienen entre 12 y 27 años y suman, solo en América Latina, unos 160 millones de personas, es decir, uno de cada cuatro habitantes de la región, según el Banco Mundial.
Son los primeros en haber nacido 100 % digitales. El celular y las redes sociales no son herramientas, sino su entorno natural. Allí se informan, construyen relaciones y también protestan. Pero la tecnología no oculta sus preocupaciones: el cambio climático, la presión económica y la precariedad laboral.
La socióloga chilena Rocío Mieres explica que cuestionan las formas tradicionales de estudio y trabajo, prefiriendo certificaciones técnicas, empleos híbridos o “side gigs” (trabajos paralelos). Sin embargo, enfrentan altas tasas de informalidad y freelance que no siempre son entendidos por generaciones anteriores.
La ONU advierte que el 20 % de los jóvenes latinoamericanos son “NiNi”: no estudian ni trabajan. La mayoría son mujeres, muchas dedicadas a cuidados no remunerados. Pese a que esta generación constituye un bono demográfico clave para el desarrollo, la desigualdad en educación, tecnología y empleo amenaza con limitar su potencial.
A diferencia de otras generaciones, la Gen Z protesta en códigos propios: desde hashtags hasta avatares en videojuegos como Fortnite o Roblox, donde incluso se han realizado manifestaciones feministas. También impulsan causas de nicho como el medioambiente, la salud mental o los derechos LGTBIQ+.
La activista argentina Julieta Altieri, presidenta de Juventud LAC, señala que los jóvenes “ya no ven la democracia o los derechos humanos como causas masivas”, sino que eligen luchas más específicas y digitales.
Aunque muchos analistas los describen como más individualistas, expertos coinciden en que son cívicamente activos. En Perú, por ejemplo, la bandera de One Piece —símbolo de rebeldía tomado de un popular animé— fue levantada por colectivos de la Generación Z contra una reforma previsional que consideran perjudicial para los trabajadores precarios.
En la pandemia, miles organizaron ollas comunes vía WhatsApp, y en Chile, cosplayers marcharon en el estallido social de 2019.
Para algunos, los jóvenes de la Gen Z son el motor de los discursos más extremos y liberales en política, con gran peso en las urnas. Para otros, son una fuerza activista, creativa y transformadora, que aún busca cómo hacerse escuchar más allá de la pantalla.
Lo cierto es que, desde TikTok hasta la plaza pública, esta generación sigue marcando la agenda con nuevas formas de protesta que desafían a la política tradicional y obligan a los Estados a repensar sus respuestas.